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Cartel Bombillas Iría. Años 50

Enviado por en 12 febrero, 2012 – 8:57
Cartel bombillasa Iria 1

Bonito Cartel de Bombillas Iría.

Bonito Cartel de 35 x 25 cm aproximadamente. A tres colores, verde, rojo y amarillo.  Impreso por sistema ofsen sobre cartulina litografiada.

Imprenta Agencia Publicidad: A.- Offset M. Roel.- Vigo. El texto «Luce como el sol de España». En el cartel aparece además del lema anterior la Bombilla IRIA encendida alumbrando: La Cibeles, El Pilar, Catedral de Santiago, Giralda, monumento a Colón.

La historia de la fábrica de bombillas Iria la podemos extraer del siguiente lugar:

En www.laopinioncoruna.es/economia/, extraemos el siguiente texto:

 

La sociedad Iria fue una de las primeras fábricas españolas en la producción de bombillas a principios del siglo XX. La comercialización de lámparas defectuosas en los primeros años de actividad supusieron el descrédito de la empresa. Posteriormente, la pervivencia de la compañía se vio dificultada por problemas con los demás fabricantes, que trataron de expulsarla del mercado por cuestiones de competitividad. Tras la Guerra Civil, los problemas para conseguir materias primas se acentuaron, las ventas no se recuperaron y la fábrica tuvo que suspender finalmente la producción. Actualmente, sigue existiendo pero inactiva

MARÍA J. AIRA | A CORUÑA Al comenzar el siglo XX, el alumbrado artificial estaba ya instalado en las principales ciudades españolas. Durante las décadas anteriores a la Guerra Civil, se establecieron las primeras fábricas de bombillas y material eléctrico y se registraron nuevas patentes. Una de esas factorías se ubicó en Galicia: la fábrica de lámparas Iria, instalada en Padrón en 1929. El principal impulsor de la iniciativa fue Estanislao Pérez Artime, un comerciante e industrial de la comarca que empezó en el comercio de telas junto con sus tres hermanos, con los que creó una sociedad para la producción y venta de géneros gallegos. Producía tejidos de dos tipos de calidades: lienzos finos destinados a los mercados exteriores y lienzos ordinarios cuya principal demanda procedía de las clases populares de la comunidad.

Estanislao compró a Magdalena Salas en 1927 la patente de invención española de bombillas incandescentes y un año después consiguió una autorización del Gobierno para establecer en Iria Flavia una fábrica de lámparas con la que poner en práctica la licencia, y un horno para la fabricación de vidrio.

El empresario compró maquinaria y utillaje, realizó los primeros pedidos de materias primas, pagó gastos de transporte, emplazamiento de máquinas, aparatos y contrató personal.

La mayor parte de la plantilla la integraban mujeres, porque el trabajo requería «manos muy finas». Durante el período de formación profesional de las trabajadoras se produjeron varios accidentes laborales por los que el dueño tuvo que pagar elevadas indemnizaciones. El promotor necesitó de un período de ensayo que sirvió para investigar sobre nuevos procedimientos de fabricación y para formar mano de obra suficientemente preparada. Esta aventura profesional representaba una iniciativa realmente innovadora en una comunidad atrasada y de base principalmente agraria como era la Galicia de principios del siglo XX.

Pero la investigación de nuevos procedimientos tecnológicos exigía un gran desembolso de capital y Pérez se vio obligado a buscar apoyos que garantizaran la viabilidad del proyecto. Para ello se asoció con inversores del grupo Simeón García, familiares y otros socios externos procedentes de los círculos políticos y empresariales. De esta forma, se constituyó en el ayuntamiento padronés en 1929 la sociedad anónima Iria, que tenía por objeto la fabricación y venta de bombillas incandescentes.

Los primeros años de la fábrica estuvieron salpicados por problemas que pusieron en peligro su continuidad por la venta de numerosas bombillas defectuosas, lo que llevó a un descrédito total de la empresa en el mercado. La situación resultó tan grave que incluso obligó a suspender la fabricación en septiembre de 1930.

Con este traspiés se hizo necesario encontrar un gerente competente y contrataron a Carlos Feuchter, un ingeniero que dirigía la fábrica de Castañeda y Compañía de Madrid. A su llegada, recomendó la sustitución de parte de la maquinaria, que había quedado obsoleta, y profundizó en la formación profesional de las empleadas. La fábrica arrancó de nuevo en 1931 y comenzó la venta de la nueva bombilla. El descrédito en que había caído la firma pesaba como una losa a la hora de introducir el nuevo producto en el mercado. Para hacer frente a esta situación, se optó por realizar el cambio gratuito del producto defectuoso por otro que funcionase correctamente y se modificó por completo el diseño de la bombilla. Este proceso empezó a dar buenos resultados y la nueva dirección técnica había logrado en pocos meses remontar el vuelo de la fábrica.

Sin embargo, cuando parecían haberse resuelto los problemas internos, llegaron otras dificultades de carácter externo, porque el producto estaba adquiriendo importancia en el mercado -fabricaba una bombilla exclusiva de medio vatio con una licencia que conseguía en el extranjero, ya que en España estaba sujeta a una patente que no caducaba hasta 1933- por lo que los demás fabricantes de bombillas integrados en el trust comenzaron a reducir precios para expulsar a Iria del mercado. Como consecuencia de esta guerra de precios, las ventas cayeron y obligaron a ralentizar la producción. Como solución, los socios decidieron incrementar el número de unidades fabricadas para conseguir abaratar el coste unitario de la mano de obra y así ajustar más los precios.

El estallido de la Guerra Civil no afectó a la producción diaria de la fábrica, además las ventas experimentaron un aumento espectacular durante los años bélicos. Esto se debió a que las principales fábricas competidoras estaban en Madrid y Barcelona, que eran territorios fieles al gobierno democrático y que sufrieron en mayor medida las consecuencias negativas del conflicto. Sin embargo, el aumento de la facturación no fue capaz de compensar los enormes gastos que se generaron durante el primer periodo de actividad de la fábrica y las pérdidas acumuladas en ejercicios anteriores.

Las dificultades llegaron una vez terminado el enfrentamiento ya que, de un lado, el estallido de la II Guerra Mundial cortaba el suministro de materias primas desde Alemania, y de otro, las políticas autárquicas del régimen franquista dificultaban la compra de materiales en el mercado exterior. Este problema se subsanó parcialmente con importaciones desde Suiza, país neutral y al que consiguieron permiso para viajar los directivos de Iria SA. La situación, sin embargo, apenas mejoró en los siguientes años.

Las obligaciones con los acreedores hicieron que la empresa ampliase capital en 1944, lo que produjo una pérdida de control de la familia Pérez Artime a favor del Grupo Simeón: la aportación se dividió en 30% para los Artime y 70% para el banco. La década de los cincuenta no comenzó con mejores expectativas. Las ventas no se recuperaban y la compañía no conseguía poner en el mercado buena parte de su producción. Ante la falta de demanda, la sociedad comenzó a fabricar luces fluorescentes, orientadas hacia los escaparates, salones y grandes establecimientos.

A pesar de los esfuerzos, la salida al mercado del nuevo producto no alcanzó los objetivos esperados, pero el problema no era exclusivo de la firma, sino que afectaba a todo el sector: el exceso de producción de bombillas que existía en España generaba una competencia feroz.

La nueva estrategia se basó en la reducción de capital, la renovación de la maquinaria y producir más cantidad a menor coste, además de iniciar la fabricación de dos nuevas modalidades de producto: los faros Opalux y Réflex, que estaban teniendo éxito en el mercado. Las ventas, sin embargo, tampoco en este caso respondieron a las expectativas.

Aunque los socios intentaron rescatar a la empresa del pozo, los esfuerzos resultaron inútiles: la falta de respuesta de los consumidores y la presión de los competidores acabaron por expulsar del mercado a la fábrica de Padrón. Iria SA sigue existiendo en la actualidad con su domicilio social en A Coruña, aunque en estado inactivo porque no desempeña ninguna actividad productiva.

Alonso, Luis; Lindoso, Elvira; Vilar, Margarita. Construyendo empresas. La trayectoria de los emprendedores coruñeses en perspectiva histórica.

Bombillas Led, www.ledbox.es

 

 

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